El Cocuyo y las Estrellas
Narradora: Había una vez un cocuyo, chiquito pero ambicioso. De noche, se quedaba mirando las estrellas y decía:
Cocuyo: Aquellas son mis hermanas. ¡Qué suerte la de ellas, brillar en el cielo azul! ¡Qué bonitas se ven! Yo, en cambio, qué infeliz soy, mi lucecita se pierde en la oscuridad de la sábana.
Narradora: Una noche, el Cocuyo sintió tanta envidia de las estrellas; que decidió dejar la tierra y subir, subir hasta alcanzarlas.
Narradora: Pero antes fue a consultar a una ardillita, vieja y muy sabia.
Cocuyo: Ardillita necesito llegar a las estrellas. ¿Cuál camino debo tomar?
Ardilla: Mi estimado cocuyo, yo no conozco camino alguno que lleve al cielo, de todos modos; prueba montarte en aquel jabillo, sus ramas son tan altas que posiblemente estén cerca del cielo.
Cocuyo: ¡Gracias ardilla, llegaré a las estrellas!
Narradora: Y se echó a volar en dirección al jabillo, subió por el tronco y llegó hasta la rama más alta.
Cocuyo: ¡Qué triste, ya no puedo subir más!
Narradora: ¡Qué decepción, desde tanta altura las estrellas se veían aún muy altas. Demasiado arriba.
Cocuyo: ¡ Nunca seré una estrella!
Narradora: Y se puso a llorar desconsoladamente.
Cocuyo: Ya no puedo llegar a las estrellas.
Narradora: Su llanto no hubiera terminado, si antes no escucha:
Voz: ¡Una estrella, una estrella, una estrella!
Narradora: Era un pichoncito de azulejos.
Voz: Mami, mami, una estrella se ha posado en las ramas, arriba de nuestro nido.
Narradora: Al escucharlo el cocuyo se estremeció de contento y dijo para sí.
Cocuyo: ¡Qué emoción, ahora yo también soy una estrella!
Narradora: Desde entonces, el cocuyo dejó de envidiar las luces del cielo. Todas las noches sale a prender su farolito. Y así se sintió feliz para toda la vida.